Dios le regaló un libro en blanco para escribir su destino,
y acallar así sus llantos, de rabia y de soledad.
Pero él, que ni era escribano, ni profesor, ni decano,
solo dibujó garabatos y frases sin terminar.
Un corazón roto, que el suyo ya lo estaba,
y dos personas solas por toda la eternidad.
y acallar así sus llantos, de rabia y de soledad.
Pero él, que ni era escribano, ni profesor, ni decano,
solo dibujó garabatos y frases sin terminar.
Un corazón roto, que el suyo ya lo estaba,
y dos personas solas por toda la eternidad.
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